domingo, 31 de agosto de 2014

La despedida

Fue durísima la despedida...
A veces envidio a la gente que ya tenía su pasaje de regreso arreglado, dijo adiós, se subió a un avión y se fue.
Yo no. Tenía visa hasta el 30 de Agosto de 2014 y en principio pensaba quedarme hasta ese entonces, pero las circunstancias me hicieron cambiar de opinión.

Desde el momento en que decidí irme hasta que finalmente pude irme, pasó mas de mes y medio. No es tan simple y económico comprar un pasaje de apuro.

En esta entrada pretendo narrar ese mes y medio donde tuve que enfrentar depresión y ansiedad, de la mejor manera posible.


"Tuve muchas preocupaciones en mi vida... la gran mayoría nunca ocurrieron."



Por suerte estaba en Wellington, es un lugar que me gusta mucho pero me hace muy mal. Uno de los peores pero mejores lugares para deprimirse, ya que hay mucho para hacer y mantenerse distraido.
También hay lugares gratuitos para buscar ayuda, profesionales, bibliotecas. Amigos también obviamente.

Tomando unas copas con el Pato.
Yael, Ana y Wendy, quienes me bancaron en su casa casi un mes. Después me echaron así que tuve que volver a vaguear por ahí.

Por suerte Pato me consiguió para quedarme en la casa de un ponja que vivía cerca de Wellington, en un área rural. A cambio de un par de horas de trabajo por día obviamente.
La casita donde viví es la que se ve al final del valle.
Ahí permanecí unos cuantos días. Cada día que pasaba era tachar un día en el almanaque. Las horas no se pasaban mas. Era como estar en una cárcel interna, comiéndome la cabeza con ideas.


Esas casualidades del destino hicieron que la última semana fuera distinta. Midori, una ponja que conocía de la comunidad Riverside, iba a tener una entrevista cerca de donde yo vivía, y luego estaba libre para seguir viajando un tiempito. Así que ni dudarlo, me saqué un pasaje hasta donde ella estaba y de ahí arrancamos a viajar a dedo por algunos lugares de la Isla Norte.
Midori haciendo dedo
En Taupo, por el río Waikato
El museo de Rotorua.

Otra vez las fumarolas con olor a azufre...

Otra vez en la granja orgánica...
Otra vez en Auckland...

Otra vez me encontré con la ponja Cindy... De las primeras personas que conocí apenas llegué alla por Agosto de 2012.

Y otra vez arriba del avión, pero esta vez definitivamente.
Así era como sin darme cuenta y sin haberlo planeado cerraba el ciclo, volvía sobre mis pasos desandando el camino que una vez empecé cuando llegué a NZ. Será casualidad, será el destino, será perfecto o no, pero la cuestión es que no se me cayó ni una lágrima cuando el avión despegaba para siempre. Todo fue como tuvo que ser. No faltó nada ni sobró nada. No me lamenté de irme, no sentí un gran alivio tampoco. Era solamente terminar con algo que debía terminarse. Es mi forma de cerrar un ciclo, de armar el paquete, ponerle el moño, y despacharlo. Cada uno tendrá sus formas, pero creo que es muy importante hacerlo. Quién no sabe cerrar un ciclo, queda atrapado en él para siempre.

Los cambios son y serán muchos. A veces la gente me pregunta cosas o me interroga para ver si cambié, y en que cambié. No se responderles. No puedo darme cuenta y analizar la situación a corto plazo. Quizá dentro de 5, 10 o 20 años me de cuenta. Por ahora solo puedo actuar, actuar de la única forma que aprendí, la que jamás me falló en estos 21 meses de viaje:

HACER LO PRIMERO QUE SE ME OCURRA, LO QUE ME HAGA MAS FELIZ EN ESTE PRECISO MOMENTO, LO MAS ESPONTÁNEO. Seguir al corazón, que de alguna manera él ya sabe que es lo que quiero.

Intentar controlar el futuro me resultó estúpido y angustiante. Es la garantía hacia la infelicidad.

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