domingo, 9 de junio de 2013

Un paseo por el Sur (o uno de esos pequeños regalitos de la vida)

La entrada al país de las maravillas, o la Isla Sur de Nueva Zelanda fue muy inexplicable. Se caracterizó por un silencio, una paz y una tranquilidad que hacía mucho no sentía.
Ir navegando por los fiordos de Marlborough sin sentir siquiera el ruido de los motores del barco, sin que sople una pisca de viento, sin tener que soportar a un gringo hablando idioteces en la cubierta del barco, me hizo sentir muy raro.

Y claro, como no sentirme raro si me dirigía al encuentro de "Sandra" y "El General", mis amigos de Hastings que hacía como 4 meses no veía.

El encuentro se produciría en circunstancias muy errantes. Ellos viajando a dedo, sin auto, sin destino, y yo con la moto tratando de recibir alguna pista por mensajito de texto para saber hacia donde dirigirme.

Imagínense como me sentiría en ese momento de incertidumbre, sabiendo que soy una persona tensa, estructurada y calculadora. Pero la vida siempre te da la lección necesaria en el momento necesario.

Tal como presentí, el encuentro no se produciría en el primer día del viaje. En cierto punto me molestó que sucediera eso, pero luego comencé a reírme de la situación, a disfrutar del viaje, y a saber entender que las cosas llegan cuando tienen que llegar.
La incertidumbre es algo tan molesto... Pero es la medicina ideal para los boludos como yo.

Finalmente al día siguiente el encuentro se produjo, y sería el comienzo de una semana de viaje inolvidable. Uno de esos regalitos que te deja la vida, como puse en el título de esta entrada.

Los planes del viaje eran muy simples: ninguno. Simplemente juntarse a la noche, agarrar el mapa, ver hacia donde podíamos dirigirnos, y arrancar a la mañana siguiente bajo el mismo esquema: Ellos a dedo por las rutas y yo siguiéndolos detrás.

Nuestro primer destino fue Hanmer Springs, un pueblito invernal situado en el medio de las montañas, de donde emana una fuente de aguas termales.


Luego de una reunión de los altos mandos, decidimos dirigirnos hacia el pueblo de Greymouth, ya que allí existía la posibilidad de tomar un muy lindo tren, llamando TraNZalpine, el cual atraviesa los alpes del sur de Nueva Zelanda. Era una de esas cosas que siempre tuve ganas de hacer, viajar en un tren copado.




Decidimos particionar el viaje, haciendo una parada intermedia en el pueblo de Arthurs Pass, justo en el medio de los alpes.





Al día siguiente todo fue muy raro. Era nuestro ultimo día juntos. El tren se dirigía hacia Christchurch, donde ellos tomarían su vuelo. Sabíamos que nos estábamos despidiendo pero sin despedirnos. Aprecio mucho a las personas que no necesitan decir las cosas para demostrarlas, aquellos que saben conservar ese tan preciado silencio sin ensuciarlo con tontas palabras vacías.

Esa noche, luego de la despedida, no tuve demasiado tiempo para pensar. Comenzaba a hacer frío y necesitaba conseguir un lugar para pasar la noche y poder tomar el tren de regreso al día siguiente.
Lamentablemente fui expulsado del hostel en donde había decidido "esconderme" para dormir sin pagar, y tuve que pasar la noche en la calle. Fue una experiencia única y desesperante, imposible de explicar y solo entendible por aquel que la haya vivido.

Solo luego de una siesta en el tren mi cabeza volvía a funcionar nuevamente, a entender que volvía a estar solo, a pasar por los mismos lugares que habíamos recorrido días antes. Sentí una tristeza y dolor que hacía mas de 2 años no sentía.

En mi mente pensaba...:
"Quiero saber,
que voy hacer,
para encontrarle un sentido,
Felicidad, depresión...
de la mano en el camino. "

Y la respuesta estaba allí mismo... Las tristezas y alegrías son cosas que van de la mano en el camino.  El que nunca conoció la depresión no conoce la felicidad, el que nunca estuvo solo no conoce la amistad, y el que nunca viajó solo posiblemente desconozca el componente mas importante de un viaje: las personas que te rodean.


Pero como siempre, como se viene dando desde que empecé este viaje, aparecería un angelito que me daría los ánimos necesarios para seguir viajando. En el momento indicado, en el lugar indicado, de la manera indicada.

Me despido con una frase que me afané de otro blog (y que esa persona seguro se la afanó de otro lado), pero que creo muy representativa para toda esta situación:
"Cuando alguien emprende un viaje, de la primera persona que se tiene que despedir es de sí mismo".

De cierta forma me despedí, de la forma que quería y con la gente que quería. Cerré una gran etapa que duró poco mas de 9 meses. Comienza una nueva etapa, aún tengo 6 meses de visa. Ver a mis amigos irse porque agotaron su plazo me hace dar cuenta que estos meses que me quedan son también un regalo, una oportunidad que no se puede desperdiciar.