viernes, 5 de septiembre de 2014

Buenos Aires -o como me escapé nuevamente-

Hace mucho tiempo pensaba que me estaba escapando de algo, hasta que leí y comprendí esta frase:

"No viajo para escapar de la vida, viajo para que la vida no se me escape".


Sabía que no iba a durar mucho en Buenos Aires. Ya no me gusta la mega joda, los super boliches, el quilombo, amontonamiento de gente, ruido.
Pensándolo bien, nunca me gustó; pero ese es el problema de Buenos Aires, te dejas llevar. Allí todos tienen que ser iguales, todos se tienen que vestir igual, a todos les tiene que gustar salir hasta las 6 de la mañana.
Me quedo con los barcitos, parrillas, amigos, reuniones en casas, poca gente. Y luego, taparme bien en la cama y dormir y soñar, muy feliz.
Una parrillita

Una fiesta que pintó en un restorán

Manchi a punto de dormir

Anticipándome a los hechos, comencé una búsqueda de laburo en la Patagonia. Nada mas feo que el invierno en una ciudad. Nada mas lindo que en las montañas nevadas. Además esquiar se me hizo una adicción.
La búsqueda laboral estaba complicada, hasta que por suerte, vía contacto familiar, tuve una propuesta. El 'si' ya estaba dicho. No me importó la plata, las condiciones laborales, nada. Solo quería irme al sur.

Terminé de armar un mapa gigante de NZ en el cual dediqué casi todos mis días:





Empaqué lo justo y necesario para el invierno:




Y me fui.
Otra vez estaba en la ruta, otra vez con la mochila, viajando nuevamente.